viernes, 27 de enero de 2012

El Proyecto HAARP

HAARP (High Frequency Active Auroral Research Program), es un proyecto pensado para estudiar -y quizá para "influir"- en la ionosfera terrestre. Entre sus fuentes de financiación figuran pesos pesados como las Fuerzas Aéreas y la Marina estadounidense, la tan famosa DARPA y la Universidad de Alaska, estado americano en el que se encuentra el enclave de HAARP.

En un plano teórico, sea cierto o no, se supone que su objetivo es mejorar las radiocomunicaciones, potenciar los sistemas antimisiles y comprender en mayor profundidad la propia ionosfera. Lleva en funcionamiento desde 1993, aunque su dispositivo principal, el IRI (Ionospheric Research Instrument), data de 2007, año desde el que opera en Alta Frecuencia para "excitar" una zona concreta de la susodicha ionosfera. Desde entonces no han faltado críticos y opositores a sus actividades.

Algunos científicos comparan este proyecto con el salto cualitativo entre las armas blancas y las de fuego, o entre las armas de fuego convencionales y las bombas nucleares; también asocian HAARP con las investigaciones llevadas a cabo por el célebre genio Nikola Tesla. La mismísima Rusia mostró su descontento con HAARP en el año 2002, durante una de las sesiones de su parlamento, en la que se ponían sobre la mesa sospechas de que este proyecto pudiera ser usado con fines militares. No mucho después, en el año 2010, un grupo de científicos rusos acusó a HAARP de estar causando una ola de calor y una intensa sequía en su nación... Lo que no suele decirse es que Rusia tiene un proyecto igual o quizá un poco más potente, el Sura. ¿Guerra Fría?

Ciertamente no soy un científico ni un experto en tecnología; por desgracia no puedo explicaros el funcionamiento exacto de esta invención humana o confirmar si las acusaciones que se vierten sobre ella son acertadas. Pero lo que sí soy es un desconfiado, un escéptico con las verdades oficiales, y estoy al tanto de que muy pocos inventos en la historia humana han salido a la luz por fines meramente científicos. En general, el campo militar es el foco del progreso tecnológico de nuestra especie -y ahí tenemos casos como Internet, por ejemplo-. Si HAARP está estrechamente vinculado con la esfera militar, debido al origen de su financiación, ¿qué podemos esperar de él? ¿Cuál es el verdadero objetivo de esta infinita cantidad de antenas que se dedican a "excitar" la ionosfera? ¿Podemos creernos que su propósito es meramente la ciencia pacífica? ¿Desde cuando los inventos militares buscan la paz?

Los gobiernos europeos ya saben que el WIFI es perjudicial para la salud, cancerígeno para más inri, y han iniciado desde el año pasado una progresiva campaña de retirada de antenas WIFI de sus ciudades (España creo que no); casi cualquier aparato emite ondas, unos más que otros, que se traducen en una dosis permanente de radiación para los habitantes de este planeta, etc. Entonces, ¿de qué es capaz HAARP? En mi lógica ignorante, diría que un campo de antenas como el mentado en esta entrada es capaz de desarrollar una potencia magnética incomparable y, en consecuencia, modificar o influir en el clima... o en algo peor -y a buen seguro sin dejar muy claras las consecuencias que ello tendrá-. La Tierra es un todo interrelacionado, así que jugar con la ionosfera es jugar, potencialmente, con el propio equilibrio del planeta.

No faltará el que considere esta entrada una conspiranoia. Bueno, es una mera nota informativa, como quien dice. Cada uno que saque sus conclusiones.

Por Elemento Cero

Islas de basura


El título de esta entrada bien podría ser una metáfora de esas que tanto me gustan, pero nada más lejos de la realidad. No sin cierta incredulidad, en su momento, le eché un vistazo a unos cuantos artículos de la red que hablaban de islas de basura flotantes, tanto en el océano Pacífico como en el Atlántico. A raíz de indagar más y más, resulta que las susodichas islas sí existen, y lo que es peor, son inmensas. Parece ciencia ficción.


La causa de que estas islas se hayan generado en puntos tan concretos atiende a diversos motivos. Primeramente, todos los residuos que van a parar al mar se ven atrapados por las corrientes naturales de los océanos, que como podemos observar en la imagen que he puesto un poco más abajo, se comportan de manera giratoria en muchos casos. Los vientos ciclónicos también ayudan a la confluencia de residuos flotantes.

Así pues, la basura termina concentrándose en una zona compacta en lo que vendría a ser el "vórtice" de esas corrientes, especialmente en el Pacífico Norte (cuya isla-basura tiene una superficie que equivale a dos veces España). Por desgracia, esta basura no desaparece, no es absorbida por un pantagruélico desagüe cósmico. No, se queda ahí flotando, girando indefinidamente, causando miles de muertes por intoxicación a especies marinas y aves de diverso tipo, esparciendo sus tentáculos de corrupción por el mar...


Por supuesto, y para no ser menos, en el océano Atlántico también hay una de esas paradisíacas islas, hijas del consumo irracional y la omisión de toda responsabilidad posterior. Su tamaño es similar a Cuba, ahí es nada, pero fue descubierta no hace mucho. Es un tanto chocante que cuerpos flotantes de tales envergaduras se descubran por arte de magia de un día para otro, ¿no creéis? Yo apuesto más por la teoría de que han tratado de ocultarlo lo máximo posible. El silencio por parte de los medios de comunicación tampoco ayuda a despejar las sospechas de ocultación deliberada de la realidad. No esperaba menos de esos mercenarios malnacidos, de esos traidores del progreso.


Y es que, tristemente, no solo hay dos islas-basura en el mundo. Apuesto a que hay un sinfín de mini-islas por ahí, navegando a la deriva en un planeta cada vez más atiborrado de deposiciones humanas... Los medios se callan o mienten, la gente prefiere mirar para otro lado, y la responsabilidad se ve desplazada al nebuloso espacio sombrío, allí donde toda la gente hace oídos sordos y actúa como si no ocurriese nada.

Dicho esto, solo nos queda aceptar nuestra parte de culpa. Las empresas pueden ser unas viles expoliadoras de recursos, pueden desentenderse del reciclaje de residuos, etc., pero toda esa basura sale de nuestros hogares, de los productos que consumimos y desechamos. Sí, son fruto de ese sistema al que contribuimos gustosos cada vez que adquirimos bienes innecesarios. La única manera de detener este consumo alocado, y de paliar las terribles consecuencias que ha originado y que originará en un futuro, es dejar de engullir porquería como si fuéramos pozos sin fondo. 

No me gustan los campos de basura; no me gustan los ríos y los mares sucios; no me gusta mirar al horizonte y ver un vertedero infinito, cuyas fronteras se desdibujan con el cielo. No quiero nada de eso, y creo que nadie lo quiere. No basta con separar basura, no basta con echarla al contenedor correspondiente y decirse "bien, ya he cumplido con mi parte, hoy podré dormir tranquilo". Hay que reprogramar hábitos de consumo, dejar de adquirir productos dañinos con el medio, detener esta locura.

Supongo que ninguno de los presentes querría comer o vivir en un vertedero, ¿no? Pues bien, eso es lo que ocurrirá si no cambiamos a tiempo. Una sociedad así no es viable; nos estamos cargando el planeta. Podemos negarlo o podemos afrontarlo. Tú elijes.

Por Elemento Cero

EL OPTIMISMO

Antes de nada, me gustaría presentarme y agradecer la invitación del señor&amigo Marcos Pantani a esta propuesta. Soy Manuel, lucense aficionado al buen fútbol, al humor negro e inteligente y aspirante a buen docente. Intentaré, contando con el escaso tiempo libre del que dispongo hoy día, de aportar mi pequeño granito de arena a este proyecto; por supuesto, será para mi un placer colaborar y espero sumar.
Y para esta pimera entrada he decidido hablar sobre el “optimismo”, ese matiz prácticamente inapreciable en la sociedad actual, demasiado ocupada en pagar hipotecas, solicitar créditos que nunca recibirán, acudir a la vorágine de las rebajas y fundirse medio sueldo (si es que existe), criticar al vecino/a de al lado, etc.
Aún sabiendo de la peligrosidad de las generalizaciones, creo que nos hayamos en un “presente deprimido”. Sabemos que toda “depresión” conlleva dos etapas: la primera se caracteriza por tremendos bajones donde todo parece ir mal, donde uno no es capaz de ver la salida a sus problemas y donde nada del entorno aparenta ser una ayuda potencial; y por otro lado, en ciertas ocasiones, las personas depresivas manifiestan estados de absoluto éxtasis, de una autoestima desmesurada que les puede llevar a fundir su patrimonio en un abrir y cerrar de ojos. Pues bien, salvando las distancias y adaptando la explicación al mundo actual, creo que cada vez con más notoriedad, nos hemos ido adentrando en un proceso depresivo (y no hablo de la famosa crisis): nos cuesta digerir nuestros golpes y fracasos (muchas veces el propio orgullo nos lo impide) y se puede pasar, de la noche a la mañana, de no querer salir de tu habitación a desear una noche de fiesta sin descanso en compañía de amigos; una vez termina la velada, todo vuelve al punto de partida, y la persona se da cuenta de que lo “bueno” ha pasado y que toca “enfrentarse” de nuevo a la realidad.
Adentrándome más en el título de la intervención, si analizamos el contenido de una edición cualquiera de un telediario o de un periódico español, ¿qué porcentaje de noticias en tono positivo encontramos? ¿5-15%? ¡Probablemente! Crisis mundial, recortes, corrupción, expedientes de regulación de empleo, despidos, violencia de género, paro... son las palabras que inundan los titulares. Y es que, si nos paramos a pensar, estamos inmersos en la misma dinámica desde hace mucho tiempo (nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, etc. ya lo vivieron, en otras épocas y cotas, pero el mismo pesimismo).
Pues yo me niego a formar parte de esa dinámica. No pienso dedicar mi existencia a pensar en lo mal que lo voy a pasar, en las dificultades que puedo atravesar, etc. Quiero, antes de nada, disfrutar de lo que hago; si uno es feliz con lo que hace y actúa en consecuencia con sus principios (todos los tenemos, unos más visibles y firmes y otros menos) caerá varias veces, pero se levantará porque sabe que sus piernas son fuertes y resistirán los quilómetros que les hechen encima. Quiero, ante todo, ser OPTIMISTA, aquello que se define como “aquel que propende a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable”. Hoy en día, como opositor a maestro, me llegan mensajes de todos los lados que hablan de “lo mal que está la situación en el sector público” y de la más que posible “congelación de las oposiciones a la enseñanza”. Lo entiendo y soy realista, la situación no está para hechar cohetes, pero dicen que “la esperanza es lo último que se pierde” y seguiré estudiando hasta que el día de mañana esté enseñando, que a fin de cuentas es lo que me apasiona. ¡Si es en 2012 estupendo! Si no lo es y tengo que esperar hasta 2016, cuando me llegue la oportunidad seré mejor maestro de lo que lo sería este año y tendré tiempo para completar y complementar mi formación.
Por tanto, no pretendiendo aburrir más de la cuenta con mis vivencias y a sabiendas de mi “no licencia o competencia” para dar consejos, os diría que os tomeis con la máxima profesionalidad aquello que os ocupa, que lo vivais, que lo disfruteis minuto a minuto porque de ello dependerán los resultados obtenidos en un futuro. No sirve de nada escudar los fracasos en terceras, cuartas o quintas personas; el máximo responsable siempre es uno mismo, sólo hay que buscar la raíz del problema para actuar y resolverlo. Únicamente actuando con seriedad y sentido común se alcanzarán objetivos significativos y eficaces, siendo pacientes, realistas y no precipitándonos.
Para finalizar, mencionaré una frase de L. Tolstoi (S. XIX), adscrito a la corriente realista, que para mi refleja y resume el contenido de lo que pretendía expresar: “El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere sino querer siempre lo que se hace”.
Sin más, espero no haber resultado cargante y haber despertado, aunque sólo fuese un poco, el optimismo en vosotros. Gracias por la atención. Manuel.

Por Manu López

Dulces reflexiones y Feliz Navidad


Esta será mi primera publicación y aportación a este blog (y espero que no la última). Para ello elegí un tema un poco profundo, a pesar de que no suelo tocar este tipo de temas. La semana pasada acudí a un congreso a Sevilla, donde realicé numerosas actividades y recibí gran cantidad de charlas. Entre todas ellas hubo una que me pareció muy interesante, ya que consiguió que pensara y reflexionara durante un rato.
Esa charla comenzó con un simple cuento, una fábula como otra cualquiera, y que decía así:
Iba un día un granjero andando por el bosque cuando se encontró con un huevo tirado en el suelo. Dicho huevo era de águila, pero a él no le importó, y lo cogió igualmente para llevarlo a su granja. Allí lo dejó en el gallinero con la finalidad de que las gallinas lo incubaran y que fuera criado como un pollito más. Y así fue, durante años el aguilucho se comportó como una gallina más: escarbaba en la tierra buscando insectos y gusanos, cacareaba, y hasta sacudía sus alas para volar unos metros por el aire, imitando el vuelo del resto de gallinas que lo rodeaban.
Un buen día, el granjero recibió la visita de un naturalista. Al pasar por el jardín se encontró con aquel panorama: un águila comportándose como una gallina más. Entonces decidió preguntarle al granjero:
- Perdona pero, ¿ese animal del medio de tus gallinas es un águila, como la tienes ahí?
A lo que el granjero respondió:
- Un día encontré un huevo, y lo traje para el gallinero para que fuera incubado y criado como una gallina más. Y ahora ya ves, es una gallina más de mi corral.
El naturalista respondió a esto con un rotundo:
- ¡NO! El águila es y será siempre un águila, no una gallina. Tiene el corazón de un águila y esto hará que vuele algún día como otra de su especie.
El granjero por su parte seguía seguro de que no podría volar, y que era una gallina más de su corral. Así pues, decidieron hacer una apuesta, y fueron a una montaña para soltar el águila.
Una vez llegados a la montaña, el naturalista cogió al águila, la sostuvo firmemente con sus brazos extendidos en dirección al barranco, y le gritó:
- Ya que tu eres un águila, vuela como una más de tu especie. Tu perteneces al cielo, y no a la tierra como una gallina.
Entonces la arrojó al barranco con la esperanza de que volara…
Y ahora es cuando viene el momento de pensar:
¿Creeis que finalmente voló o no?¿Se daría cuenta de que era un águila, o en su mente seguiría la idea de que era una simple gallina?
Cada uno que le ponga el final que quiera a este cuento. Los habrá que crean que el águila nunca más volvió a mirar al cielo y murió creyendo que era una simple gallina de corral, y los que crean que abrió las alas y voló como el águila que era, para nunca volver.
Este cuento nos enseña la fuerza de la mente y de los pensamientos. Tu cerebro será el que imponga el límite a tus actos y tus sueños, tus miedos, tus valores… Si crees que puedes, ¡lo harás!
Yo os recomiendo a todos que abráis vuestras alas y echéis a volar. No os conforméis con picotear los granos de maíz que os arrojan a los pies, porque valéis para algo más que eso.
Si tenéis un sueño, luchad por él!
Acertijo: Hay seis ranas encima de una piedra situada en el medio de un estanque. Una de ellas decide tirarse al agua. ¿Cuántas quedan en la piedra?
...
...
...
...
Seis, porque decidir no es hacer...

Por Borja Seijo

Bendito ejercicio de espontaneidad


Dejándome con el culo al aire

Aquí estoy, sin grandes novedades, sin haber cultivado mi criterio en cuanto a Jazz, Soul o Country. Aquí estoy, como casi siempre, con pavor de no saber expresarme con claridad al extender mis pensamientos en este pequeño espacio del que me sirvo para transmitirlos. Pero aquí estoy de nuevo, que es lo importante. Luchando contra esa presión, esa pereza de la que engalano mi esencia cuando me dispongo por obligación a escribir algo. Tengo 5 blogs, tendré que decirle algo al mundo ¿no? Es algo que siempre está ahí por mucho que no quiera. Porque el caso es que quiero escribir, pero muchas veces no sé ni por donde empezar. Aunque... ¿a quién le debería importar lo que yo piense? ¿A quién le debería importar lo que un ser extremadamente tan complicado de entender, visceralmente extraño en sus comportamientos en sociedad y lleno de contradicciones podría contar en esta ridícula página que se crea para hacer creer que es más importante que el resto de la humanidad? Al fin y al cabo soy esa persona que no hace más que alimentar su ego, de infinito afán de protagonismo, ridículo a todas luces en su forma de comportarse, y que simplemente llama la atención en busca de un reconocimiento social que no podrá obtener de ninguna otra forma ¿no? Posiblemente sea así. Es lo que dice o piensa todo el mundo y así debe ser. Al menos en parte lo es. Lo dicho, al menos en parte. Y si así es, no pienso discutirlo, puesto que no soy quién para juzgarme. Estos 24 años no me han servido para nada. Soy un inútil y ni me he llegado a conocer una pizca ¿verdad? Por eso, si me disculpáis, me pondré a mejorar el conocimiento de mi persona, para lo que necesito recobrar viejas costumbres y aprender de nuevo todo lo olvidado ¿puedo? ¿De verdad que puedo? Gracias.  Porque sí, a veces aprender no es más que recordar aquello que se ha dejado atrás, sobre todo para los que poseemos una pésima memoria (lo juro por Snoopy). Y las viejas costumbres, sin duda, ayudan a ello. Y una de ellas es plasmar en esta bazofia de rincón web mis miserias.

(Pausa para tomar un vaso de agua)

¡Leñe! Ahora que me doy cuenta, creo que ya tengo otra razón más para seguir contando algo. ¿Pero qué cuento? La verdad, poca cosa. Le doy tantas vueltas a la cabeza a lo mismo tantas veces que no me supone novedad hablar de ello, por mucho que al pequeño número de curiosos que lean esta entrada les interese. ¿O habrá que dar detalles? ¿Detalles como que he cenado tortilla os parece interesante? ¿O que recenado en un bar tomando dos cañas y sendas tapas aún a sabiendas de que no debería porque pretendo bajar algún que otro kg para entrar mejor en el traje de fin de año? ¿Colgar anuncios ofertando clases particulares os parece mejor? Nada de eso, seguramente os guste más saber si hago un movimiento adelante-atrás o viceversa a la hora de limpiar mi queridísimo y reluciente trasero tras defecar. Bingo. He acertado de pleno ¿a qué sí? Seamos serios... Por muy desvergonzado que pueda llegar a ser, estas cosas no se las cuento a cualquiera que no se lo merezca un mínimo, y siempre dependiendo del nivel de confiscalidad en el que catalogue cada tipo de información que facilite a mis allegados. Y por muy loco que parezca, no será más de lo que yo quiero ser. Y tendré motivos, más de lo que el diminuto cerebro que caracteriza a las analistas masas se pueda imaginar. Si parezco loco, te ríes de mí, bien por ti. Si lo haces a la cara, sentiré lástima, no mucho más de lo que la indiferencia me permita. Si te ríes conmigo, mejor para los dos. Seremos felices. Pero siempre trataré de ser mejor de lo que tú nunca serías, y hacer algo que tú nunca serías capaz, aún me suponga el rechazo social. Podría ser como tú eres, podría ser como tú más odias que sean los demás, querido curioso lector. Soy capaz de todo eso y mucho más, porque ya lo he hecho. E igual que muchos se han quedado con la imagen desprendida por esa famosa figura de tintes cómicos y gustos musicales discutibles, a la par que universalmente etiquetable tal y como he dejado constancia en el párrafo anterior (estoy hablando de mí, ¿qué si no? ¿Aún lo dudabas? Ya sabes, soy un egoísta), seguramente aunque se lo explicara con la mejor dosis de mi verborrea, no lo llegarían a entender. ¿Por qué? Entender no es tanto un ejercicio de comprensión como de altruismo o empatía. Y seguimos creyendo que nuestros diminutos e insignificantes mundos son lo único que existe, más que pensar más allá de nuestras propias experiencias. "Este gitano me ha robado la consola. Este otro se ha comido mi bocadillo. Y aquel me ha mangado la llave del coche. Todos los gitanos son unos hijos de puta" Pero, ¿te has relacionado con todos los gitanos del mundo? Tu cultura es la única válida en este mundo ¿no? La suya hubiera sido mejor exterminarla en su momento. Tu idioma es el mejor y como en tu burbuja no hay nada más ¡Viva la guerra y el miedo! Gente sufriendo, llorando, muriendo en vida por la falta de sus familiares más cercanos, con las extremidades mutiladas o simplemente sin poder hacer vida normal debido a que han quedado sordos culpa de ese estruendo que les ha agujereado el tímpano. ¡Imagen pura y dura de felicidad! Sin duda. Pena que tú, gran patriota, no fueras más 'feliz' de vez en cuando. 

Pero, ¿por dónde iba? (me he ido por las ramas... ¡Qué raro!) ¡Ah sí! Ya recuerdo. Pues sí, el hecho de que esté aqui proclamando al cielo y al infierno mis idas de olla, sin mayor pretensión que la de dejar constancia de mis inquietudes embadurnadas en una asquerosa fiebre de justificación y victimismo, cosa que aborrezco por otra parte, posiblemente se haya debido al autoconvencimiento de satisfacer el sentido del deber para con el hecho de tener estos blogs aquí parados sin más motivo, consiguiendo que éste venza en su particular duelo con la señora pereza. Eso sin contar que en el fondo me acabo liando como las persianas y me gusta decir chorradas como edificios de diez plantas. Pero bueno, ya que despotrico, en apariencia como si me hubiera enfadado con el mundo entero, al menos lo hago sabiendo que no hay un guión fijado y que es tan natural como la vida misma, sin pensar lo que voy a corregir cuando acabe de escribir, dejándome llevar por la vorágine de cohesión de este pequeño mítin sobre el último capítulo de mi historia a la que me han llevado mis dedos, cuya velocidad en estos precisos instantes supera a la de mis pensamientos ¡Bendito ejercicio de espontaneidad y decisión! 

Y ya que hablamos de ejercicio, no me olvido del de sinceridad, el cual seguramente está presente en estos mismos instantes más del que debiera ofrecerle a todos (amigos, conocidos y desconocidos) en conjunto mediante este medio, pero que no me supone problema alguno gracias a la poca consideración que guardo ante tal información. O simplemente no soy un gran celoso de mi intimidad, puesto que la mayoría de mis pensamientos semejan a mis ojos poco menos que nimiedades al lado de otros problemas de mayor alcance e índole, sin contar por supuesto que estoy plenamente orgulloso de mí mismo. Soy condoleciente y exigente conmigo mismo a partes iguales y no me arrepiento de lo que haya hecho o esté haciendo. Sean tonterías en apariencia o no, sé la cantidad y/o el peso de los motivos que me han llevado a desencadenar los sucesos que me han traído hasta aquí, así que no me servirá de nada lamentarme. Por eso, así seguiré haciendo las cosas, aprendiendo, riéndome de mí mismo en la medida de lo posible y tirando para adelante hasta que la muerte me acompañe. Así que... ¿qué tal? ¿Cómo lo véis? ¿Muy contradictoriamente egocéntricos mis razonamientos? ¿Esto que os he contado os ha entretenido más? Lo digo porque si la respuesta es afirmativa, siento decir que no pienso desbarrar más, así que no os preocupéis que ya acabo ahora. Los que no podáis aguantar, aprovechad para bajar a la librería de turno a comprar el 'Hola'. Y como en el fondo soy de fiar (muy en el fondo), no deseo prolongar más este momento, el cual considero bueno, y de los cuales se dice que suelen ser breves. Soy consciente de que si me excedo, lo más probable es que pierda el hilo y empeore el producto. Por tanto mejor me despido por hoy y os invito a la próxima entrada de delirios varios por mi parte, puesto que me he dejado cosas en el tintero, y si de verdad tenéis algún tipo de interés en conocerme, aguantar mis memeces, a lo que nunca he querido obligar, qué menos que haceros saber que soy más complejo que el funcionamiento de un reloj suízo. Así que interesados, os aconsejo usar como armas la comprensión, la empatía y el respeto además de la sinceridad a un grado máximo, y ante todo, tener paciencia. Ya sabéis. A mí me ha costado llegar a conocerme 24 años... y los que me quedan.

Por Marcos Pantani

Consejos para afrontar la debacle sistémica


Help! I'm dying!

El motor de este sistema herido de muerte se apaga. Ni las técnicas de primeros auxilios, ni las cirugías, ni siquiera los trasplantes servirán; es imposible salvar al condenado a la horca. Muchos intentarán hacer como si no pasara nada, pues tienen un interés vital en que el actual paradigma continúe vivo, ya que sus privilegios individuales, sus excesos y crímenes no castigados, beben de él. Pero el barco se hunde, pidiendo a gritos un cambio que nadie parece estar dispuesto a poner sobre la mesa.

Entre tanto, como individuos, hay una serie de actitudes que podemos adoptar para que los años de austeridad e inestabilidad económica no nos afecten en demasía. Tales actitudes, sobra decir, son perfectamente válidas incluso en épocas de bonanza, ya que se fundamentan en una premisa básica: consume únicamente aquello que necesites de verdad, razonadamente. De ese modo, escapamos al lazo invisible que nos echan las empresas, llevándonos por el redil del consumo descontrolado, irresponsable e ilógico.


En primer lugar, tenemos que reducir el consumo, en general y en concreto. No es una cuestión que se limite al plano monetario; muchas veces consumimos por el placer de consumir, sin que haya una necesidad real subyacente al acto de la compra. Pongo como ejemplo a esas personas que se van de tiendas todas las semanas -a veces todos los días-, y se tiran las horas delante de escaparates. Bien, por un lado me alegro por ellas (tienen una cuenta bancaria bien inflada que se lo permite), pero por otro lado pienso que a lo mejor esa tendencia a la compra continua esconde algún tipo de carencia emocional, puesta ahí por los titiriteros del sistema. ¿El placer de la compra? ¿La creencia de que la ropa les abrirá nuevas puertas o posibilidades?

En mi caso, hace casi un año que no compro ropa, porque no la necesito, y no tengo ningún reparo en seguir así hasta que una necesidad real me obligue a ir a la tienda. Mi armario está surtido de prendas variadas y en perfecto estado. No digo que no podamos darnos un capricho de vez en cuando, ni que vayamos andrajosos por la vida, pero tenemos que parar la estupidez intrínseca de "ir de compras porque sí". Esto es aplicable a todo: electrónica, muebles, utensilios de laboratorio para el cultivo de cepas mortales de viruela, etc.

Consumir menos, a la postre, redundará en un beneficio para el medioambiente, ergo, en una mejor salud de los que habitan el planeta. ¿O acaso ves una razón de ser a este crecimiento ilimitado, edificado sobre el consumo sin pausa y los abusos al medio? ¿Qué sentido tiene que las cosas duren cada vez menos y estén más caras? ¿Cómo permitimos este despropósito? ¿Somos memos? Los recursos son condenadamente finitos, deberíamos saberlo. En una palabra: locura.

En segundo lugar, para hacer efectiva la primera premisa, tenemos que desmarcarnos del grupo, desoyendo a los medios de comunicación, sesgados y contaminados por intereses económicos, y a la sociedad en general, que te empuja a consumir para ser feliz. Tener X aparato, vestir de Y manera, conducir Z coche o realizarte un mastodóntico estiramiento de pene en una clínica ilegal tailandesa no te hace mejor. Ellos te lo venden como requisito indispensable para la elaboración de la fórmula del éxito, pero es todo humo. No serás más feliz, solo más dependiente de lo material y de la opinión de los demás; garantizado.

Aquellos que te "quieren" por lo que tienes o lo que aparentas, son totalmente prescindibles en tu vida. Te perjudican con sus vacuos razonamientos y huirán como ratas ante el mínimo signo de problemas. Son esclavos del sistema y tienen mente colmena; no esperes gran cosa de ellos.

En cuanto a las autoridades... las noticias, los periódicos, los gobiernos, etc., están todo el día con la crisis a vueltas. Es un ejemplo de condicionamiento negativo. Que si la Bolsa se hunde, que si tal país necesita un rescate, etc. Con ello te "justifican" que vas a cobrar menos y pagar más y que te recortarán tus derechos; es un puñetero invento para mantenerte quieto y callado, dentro del lienzo que pintan ellos. La única crisis real es la que se han montado los dueños del tinglado, y con un poco de suerte se les acabará el chollo pronto. Lo mejor que nos puede pasar es que el sistema reviente de una vez por todas y podamos construir algo nuevo sobre estas ruinas apolilladas. No debemos desear bajo ningún concepto la recuperación de esta estructura defectuosa, ya que de ser así todo seguiría igual y no avanzaríamos.

En tercer lugar, hemos de prescindir en la medida de lo posible del coche. Subirnos a nuestro vehículo para desplazamientos dentro de nuestra ciudad es un dislate. Consume una barbaridad, tardas más tiempo buscando aparcamiento que llegando a pie, y contribuye a empobrecer tu salud, por el sedentarismo, además de contaminar que da gusto. Si limitamos su uso, veremos que nuestros ahorros crecen y que nuestra salud mejora. Idealmente, si no lo necesitamos podríamos considerar la opción de vender el coche, y así librarnos de seguros, impuestos y compañía.

El automóvil es un símbolo de una época, en mi opinión, realmente lamentable y que es mejor superar cuanto antes.

En cuarto lugar, reprogramar nuestros hábitos en casa. Dejar la tele encendida mientras estamos en otra estancia, abrir el grifo sin interrupción al lavar los platos, no apagar las luces de la habitación, no reciclar... Este es uno de los primeros obstáculos que tenemos que superar, pero a la vez el más fácil. Si hay contenedores habilitados para la separación de residuos domésticos cerca de nuestra casa, no tenemos excusa para no hacerlo, salvo que seamos diminutas marmotas y no podamos llegar a las ranuras de los susodichos contenedores. Puntualizar que si hemos seguido la primera premisa meridianamente bien, no deberíamos tener tanta basura que separar después.

Bueno, ya sé que no son unos consejos muy concretos, pero creo que se entiende la idea general: se puede vivir perfectamente con menos. No necesitamos tanto como nos hacen creer y, sobre todo, la cantidad no nos dará la felicidad. Si así fuera, ¿por qué este planeta tiene tantos problemas? Nada más que decir.

Por Elemento Cero


Alimentación y veneno


Magdalenas resecas. Ricas en minerales.

El ser humano es una máquina bastante adaptativa, y mucho más resistente de lo que pensamos. A veces, se sobrepone a dolores mayúsculos de forma sorpresiva; es capaz de aguantar tormentos indecibles en determinadas ocasiones, marcándose como objetivo la supervivencia a toda costa; puede identificar dolencias concretas y adaptar su alimentación para mitigar los dolores y acelerar la recuperación...

No en vano, la evolución ha contribuido al desarrollo de unos sistemas perfectamente especializados y coordinados, integrados en un todo que funciona en armonía -el cuerpo-. Este organismo, a mayores, cuenta con "fuerzas de seguridad" que se encargan de limpiar y eliminar elementos indeseados. Por si fuera poco, los procesos mentales de alto nivel que tienen lugar en el cerebro otorgan a este animal un plus de supervivencia, puesto que con su incuestionable inteligencia evitará situaciones de riesgo, fuentes causantes de enfermedades o alimentos en mal estado.

Es una criatura muy completa, en resumen, que no es inmortal pero que puede alargar mucho su vida si se cuida bien. Por desgracia, el ser humano no tiene en cuenta la principal amenaza a su propia existencia: otros seres humanos. Me explico: desde que vivimos en asentamientos más o menos organizados, en grupo, hay unos individuos concretos que se dedican a proporcionar alimento al grupo, ya sean los cazadores de la época de las cavernas o los agricultores del medievo.

Sucede que, con el auge del capitalismo y el afincamiento de los valores humanos en el consumo desproporcionado e irreflexivo, esas personas que ponen alimentos en nuestras mesas han pensado que tal empresa puede ser muy productiva. ¿La clave? Reducir los costos de producción -pues hoy en día ya no se caza-, reducir los controles de calidad, hacer la vista gorda en general y vender a un precio asequible la aberración, que acto seguido será devorada sin pestañear por miles y miles de ciudadanos, con demasiada prisa y poco espacio para cultivar su propio sustento.

A largo plazo vienen los problemas. Esos animales anormalmente hormonados (para que crezcan rápido), esos pesticidas, esos cultivos transgénicos, esos piensos baratos que traen de todo, esa cantidad anormal de sal y azúcar que echan incluso en el pan... tienen premio. El premio es: enfermedades de corazón, obesidad, daños a órganos vitales de carácter acumulativo, complicaciones respiratorias y mil pandemias extra, cuyo origen reside en el consumo mantenido de productos venenosos, cuya producción es -a todo punto- antiética.

Se busca el beneficio, y no hay beneficio en esperar a que los animales crezcan lentamente, que mitad de la cosecha se pierda por una plaga o que el ganado se tenga que alimentar con forraje de buena calidad. La clave del éxito reside en gastar lo menos posible en la producción de un alimento, que desde luego no sabrá nada mal, pero que será una bomba para el organismo. Los gobiernos lo permiten; no os confiéis: las etiquetas nos cuentan muy genéricamente, y de manera eufemista, los ingredientes usados en la elaboración de X producto. Así, se alientan los hábitos saludables en lo que a alimentación se refiere, pero se tolera la venta de comidas y bebidas que atentan contra la salud. Una contradicción más, una de tantas.

En consecuencia, ¿cómo podrá el sistema circulatorio afrontar el flujo continuo de grasas mutadas? ¿Cómo podrá nuestro organismo mantenerse en condiciones óptimas ante el bombardeo constante de azúcares? ¿Qué pasa con los pesticidas y su herencia química?

Mirad un momento las etiquetas de los productos que tenéis por casa; incluso aquellos que por lógica no deberían tener sal, la tienen, y lo mismo con el azúcar o con el gluten. El mismo caso es aplicable a la lactosa. Una persona intolerante a la lactosa no solo ha de dejar de consumir leche y productos derivados, sino que tendrá que renunciar forzosamente a una interminable lista de productos que utilizan el susodicho compuesto en su receta (pan de molde, chocolate, etc.).

Puede que algunos piensen que esto es el precio a pagar para que todos podamos comer algo, pero lo cierto es que se fabrica comida para 12.000 millones de habitantes, todos los días. Es el ejemplo de un sinsentido: sobra comida, pero hay hambre... Aunque esa ya es otra historia. Todo gracias a Don Dinero.

P.D.: podríamos seguir tirando del hilo. ¿Qué hay de los sulfatos que llevan los champús? ¿Por qué las pastas de dientes llevan fluoruro sódico, que es una potente neurotoxina?

Por Elemento Cero


 
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