viernes, 27 de enero de 2012

El Proyecto HAARP

HAARP (High Frequency Active Auroral Research Program), es un proyecto pensado para estudiar -y quizá para "influir"- en la ionosfera terrestre. Entre sus fuentes de financiación figuran pesos pesados como las Fuerzas Aéreas y la Marina estadounidense, la tan famosa DARPA y la Universidad de Alaska, estado americano en el que se encuentra el enclave de HAARP.

En un plano teórico, sea cierto o no, se supone que su objetivo es mejorar las radiocomunicaciones, potenciar los sistemas antimisiles y comprender en mayor profundidad la propia ionosfera. Lleva en funcionamiento desde 1993, aunque su dispositivo principal, el IRI (Ionospheric Research Instrument), data de 2007, año desde el que opera en Alta Frecuencia para "excitar" una zona concreta de la susodicha ionosfera. Desde entonces no han faltado críticos y opositores a sus actividades.

Algunos científicos comparan este proyecto con el salto cualitativo entre las armas blancas y las de fuego, o entre las armas de fuego convencionales y las bombas nucleares; también asocian HAARP con las investigaciones llevadas a cabo por el célebre genio Nikola Tesla. La mismísima Rusia mostró su descontento con HAARP en el año 2002, durante una de las sesiones de su parlamento, en la que se ponían sobre la mesa sospechas de que este proyecto pudiera ser usado con fines militares. No mucho después, en el año 2010, un grupo de científicos rusos acusó a HAARP de estar causando una ola de calor y una intensa sequía en su nación... Lo que no suele decirse es que Rusia tiene un proyecto igual o quizá un poco más potente, el Sura. ¿Guerra Fría?

Ciertamente no soy un científico ni un experto en tecnología; por desgracia no puedo explicaros el funcionamiento exacto de esta invención humana o confirmar si las acusaciones que se vierten sobre ella son acertadas. Pero lo que sí soy es un desconfiado, un escéptico con las verdades oficiales, y estoy al tanto de que muy pocos inventos en la historia humana han salido a la luz por fines meramente científicos. En general, el campo militar es el foco del progreso tecnológico de nuestra especie -y ahí tenemos casos como Internet, por ejemplo-. Si HAARP está estrechamente vinculado con la esfera militar, debido al origen de su financiación, ¿qué podemos esperar de él? ¿Cuál es el verdadero objetivo de esta infinita cantidad de antenas que se dedican a "excitar" la ionosfera? ¿Podemos creernos que su propósito es meramente la ciencia pacífica? ¿Desde cuando los inventos militares buscan la paz?

Los gobiernos europeos ya saben que el WIFI es perjudicial para la salud, cancerígeno para más inri, y han iniciado desde el año pasado una progresiva campaña de retirada de antenas WIFI de sus ciudades (España creo que no); casi cualquier aparato emite ondas, unos más que otros, que se traducen en una dosis permanente de radiación para los habitantes de este planeta, etc. Entonces, ¿de qué es capaz HAARP? En mi lógica ignorante, diría que un campo de antenas como el mentado en esta entrada es capaz de desarrollar una potencia magnética incomparable y, en consecuencia, modificar o influir en el clima... o en algo peor -y a buen seguro sin dejar muy claras las consecuencias que ello tendrá-. La Tierra es un todo interrelacionado, así que jugar con la ionosfera es jugar, potencialmente, con el propio equilibrio del planeta.

No faltará el que considere esta entrada una conspiranoia. Bueno, es una mera nota informativa, como quien dice. Cada uno que saque sus conclusiones.

Por Elemento Cero

Islas de basura


El título de esta entrada bien podría ser una metáfora de esas que tanto me gustan, pero nada más lejos de la realidad. No sin cierta incredulidad, en su momento, le eché un vistazo a unos cuantos artículos de la red que hablaban de islas de basura flotantes, tanto en el océano Pacífico como en el Atlántico. A raíz de indagar más y más, resulta que las susodichas islas sí existen, y lo que es peor, son inmensas. Parece ciencia ficción.


La causa de que estas islas se hayan generado en puntos tan concretos atiende a diversos motivos. Primeramente, todos los residuos que van a parar al mar se ven atrapados por las corrientes naturales de los océanos, que como podemos observar en la imagen que he puesto un poco más abajo, se comportan de manera giratoria en muchos casos. Los vientos ciclónicos también ayudan a la confluencia de residuos flotantes.

Así pues, la basura termina concentrándose en una zona compacta en lo que vendría a ser el "vórtice" de esas corrientes, especialmente en el Pacífico Norte (cuya isla-basura tiene una superficie que equivale a dos veces España). Por desgracia, esta basura no desaparece, no es absorbida por un pantagruélico desagüe cósmico. No, se queda ahí flotando, girando indefinidamente, causando miles de muertes por intoxicación a especies marinas y aves de diverso tipo, esparciendo sus tentáculos de corrupción por el mar...


Por supuesto, y para no ser menos, en el océano Atlántico también hay una de esas paradisíacas islas, hijas del consumo irracional y la omisión de toda responsabilidad posterior. Su tamaño es similar a Cuba, ahí es nada, pero fue descubierta no hace mucho. Es un tanto chocante que cuerpos flotantes de tales envergaduras se descubran por arte de magia de un día para otro, ¿no creéis? Yo apuesto más por la teoría de que han tratado de ocultarlo lo máximo posible. El silencio por parte de los medios de comunicación tampoco ayuda a despejar las sospechas de ocultación deliberada de la realidad. No esperaba menos de esos mercenarios malnacidos, de esos traidores del progreso.


Y es que, tristemente, no solo hay dos islas-basura en el mundo. Apuesto a que hay un sinfín de mini-islas por ahí, navegando a la deriva en un planeta cada vez más atiborrado de deposiciones humanas... Los medios se callan o mienten, la gente prefiere mirar para otro lado, y la responsabilidad se ve desplazada al nebuloso espacio sombrío, allí donde toda la gente hace oídos sordos y actúa como si no ocurriese nada.

Dicho esto, solo nos queda aceptar nuestra parte de culpa. Las empresas pueden ser unas viles expoliadoras de recursos, pueden desentenderse del reciclaje de residuos, etc., pero toda esa basura sale de nuestros hogares, de los productos que consumimos y desechamos. Sí, son fruto de ese sistema al que contribuimos gustosos cada vez que adquirimos bienes innecesarios. La única manera de detener este consumo alocado, y de paliar las terribles consecuencias que ha originado y que originará en un futuro, es dejar de engullir porquería como si fuéramos pozos sin fondo. 

No me gustan los campos de basura; no me gustan los ríos y los mares sucios; no me gusta mirar al horizonte y ver un vertedero infinito, cuyas fronteras se desdibujan con el cielo. No quiero nada de eso, y creo que nadie lo quiere. No basta con separar basura, no basta con echarla al contenedor correspondiente y decirse "bien, ya he cumplido con mi parte, hoy podré dormir tranquilo". Hay que reprogramar hábitos de consumo, dejar de adquirir productos dañinos con el medio, detener esta locura.

Supongo que ninguno de los presentes querría comer o vivir en un vertedero, ¿no? Pues bien, eso es lo que ocurrirá si no cambiamos a tiempo. Una sociedad así no es viable; nos estamos cargando el planeta. Podemos negarlo o podemos afrontarlo. Tú elijes.

Por Elemento Cero

EL OPTIMISMO

Antes de nada, me gustaría presentarme y agradecer la invitación del señor&amigo Marcos Pantani a esta propuesta. Soy Manuel, lucense aficionado al buen fútbol, al humor negro e inteligente y aspirante a buen docente. Intentaré, contando con el escaso tiempo libre del que dispongo hoy día, de aportar mi pequeño granito de arena a este proyecto; por supuesto, será para mi un placer colaborar y espero sumar.
Y para esta pimera entrada he decidido hablar sobre el “optimismo”, ese matiz prácticamente inapreciable en la sociedad actual, demasiado ocupada en pagar hipotecas, solicitar créditos que nunca recibirán, acudir a la vorágine de las rebajas y fundirse medio sueldo (si es que existe), criticar al vecino/a de al lado, etc.
Aún sabiendo de la peligrosidad de las generalizaciones, creo que nos hayamos en un “presente deprimido”. Sabemos que toda “depresión” conlleva dos etapas: la primera se caracteriza por tremendos bajones donde todo parece ir mal, donde uno no es capaz de ver la salida a sus problemas y donde nada del entorno aparenta ser una ayuda potencial; y por otro lado, en ciertas ocasiones, las personas depresivas manifiestan estados de absoluto éxtasis, de una autoestima desmesurada que les puede llevar a fundir su patrimonio en un abrir y cerrar de ojos. Pues bien, salvando las distancias y adaptando la explicación al mundo actual, creo que cada vez con más notoriedad, nos hemos ido adentrando en un proceso depresivo (y no hablo de la famosa crisis): nos cuesta digerir nuestros golpes y fracasos (muchas veces el propio orgullo nos lo impide) y se puede pasar, de la noche a la mañana, de no querer salir de tu habitación a desear una noche de fiesta sin descanso en compañía de amigos; una vez termina la velada, todo vuelve al punto de partida, y la persona se da cuenta de que lo “bueno” ha pasado y que toca “enfrentarse” de nuevo a la realidad.
Adentrándome más en el título de la intervención, si analizamos el contenido de una edición cualquiera de un telediario o de un periódico español, ¿qué porcentaje de noticias en tono positivo encontramos? ¿5-15%? ¡Probablemente! Crisis mundial, recortes, corrupción, expedientes de regulación de empleo, despidos, violencia de género, paro... son las palabras que inundan los titulares. Y es que, si nos paramos a pensar, estamos inmersos en la misma dinámica desde hace mucho tiempo (nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, etc. ya lo vivieron, en otras épocas y cotas, pero el mismo pesimismo).
Pues yo me niego a formar parte de esa dinámica. No pienso dedicar mi existencia a pensar en lo mal que lo voy a pasar, en las dificultades que puedo atravesar, etc. Quiero, antes de nada, disfrutar de lo que hago; si uno es feliz con lo que hace y actúa en consecuencia con sus principios (todos los tenemos, unos más visibles y firmes y otros menos) caerá varias veces, pero se levantará porque sabe que sus piernas son fuertes y resistirán los quilómetros que les hechen encima. Quiero, ante todo, ser OPTIMISTA, aquello que se define como “aquel que propende a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable”. Hoy en día, como opositor a maestro, me llegan mensajes de todos los lados que hablan de “lo mal que está la situación en el sector público” y de la más que posible “congelación de las oposiciones a la enseñanza”. Lo entiendo y soy realista, la situación no está para hechar cohetes, pero dicen que “la esperanza es lo último que se pierde” y seguiré estudiando hasta que el día de mañana esté enseñando, que a fin de cuentas es lo que me apasiona. ¡Si es en 2012 estupendo! Si no lo es y tengo que esperar hasta 2016, cuando me llegue la oportunidad seré mejor maestro de lo que lo sería este año y tendré tiempo para completar y complementar mi formación.
Por tanto, no pretendiendo aburrir más de la cuenta con mis vivencias y a sabiendas de mi “no licencia o competencia” para dar consejos, os diría que os tomeis con la máxima profesionalidad aquello que os ocupa, que lo vivais, que lo disfruteis minuto a minuto porque de ello dependerán los resultados obtenidos en un futuro. No sirve de nada escudar los fracasos en terceras, cuartas o quintas personas; el máximo responsable siempre es uno mismo, sólo hay que buscar la raíz del problema para actuar y resolverlo. Únicamente actuando con seriedad y sentido común se alcanzarán objetivos significativos y eficaces, siendo pacientes, realistas y no precipitándonos.
Para finalizar, mencionaré una frase de L. Tolstoi (S. XIX), adscrito a la corriente realista, que para mi refleja y resume el contenido de lo que pretendía expresar: “El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere sino querer siempre lo que se hace”.
Sin más, espero no haber resultado cargante y haber despertado, aunque sólo fuese un poco, el optimismo en vosotros. Gracias por la atención. Manuel.

Por Manu López

Dulces reflexiones y Feliz Navidad


Esta será mi primera publicación y aportación a este blog (y espero que no la última). Para ello elegí un tema un poco profundo, a pesar de que no suelo tocar este tipo de temas. La semana pasada acudí a un congreso a Sevilla, donde realicé numerosas actividades y recibí gran cantidad de charlas. Entre todas ellas hubo una que me pareció muy interesante, ya que consiguió que pensara y reflexionara durante un rato.
Esa charla comenzó con un simple cuento, una fábula como otra cualquiera, y que decía así:
Iba un día un granjero andando por el bosque cuando se encontró con un huevo tirado en el suelo. Dicho huevo era de águila, pero a él no le importó, y lo cogió igualmente para llevarlo a su granja. Allí lo dejó en el gallinero con la finalidad de que las gallinas lo incubaran y que fuera criado como un pollito más. Y así fue, durante años el aguilucho se comportó como una gallina más: escarbaba en la tierra buscando insectos y gusanos, cacareaba, y hasta sacudía sus alas para volar unos metros por el aire, imitando el vuelo del resto de gallinas que lo rodeaban.
Un buen día, el granjero recibió la visita de un naturalista. Al pasar por el jardín se encontró con aquel panorama: un águila comportándose como una gallina más. Entonces decidió preguntarle al granjero:
- Perdona pero, ¿ese animal del medio de tus gallinas es un águila, como la tienes ahí?
A lo que el granjero respondió:
- Un día encontré un huevo, y lo traje para el gallinero para que fuera incubado y criado como una gallina más. Y ahora ya ves, es una gallina más de mi corral.
El naturalista respondió a esto con un rotundo:
- ¡NO! El águila es y será siempre un águila, no una gallina. Tiene el corazón de un águila y esto hará que vuele algún día como otra de su especie.
El granjero por su parte seguía seguro de que no podría volar, y que era una gallina más de su corral. Así pues, decidieron hacer una apuesta, y fueron a una montaña para soltar el águila.
Una vez llegados a la montaña, el naturalista cogió al águila, la sostuvo firmemente con sus brazos extendidos en dirección al barranco, y le gritó:
- Ya que tu eres un águila, vuela como una más de tu especie. Tu perteneces al cielo, y no a la tierra como una gallina.
Entonces la arrojó al barranco con la esperanza de que volara…
Y ahora es cuando viene el momento de pensar:
¿Creeis que finalmente voló o no?¿Se daría cuenta de que era un águila, o en su mente seguiría la idea de que era una simple gallina?
Cada uno que le ponga el final que quiera a este cuento. Los habrá que crean que el águila nunca más volvió a mirar al cielo y murió creyendo que era una simple gallina de corral, y los que crean que abrió las alas y voló como el águila que era, para nunca volver.
Este cuento nos enseña la fuerza de la mente y de los pensamientos. Tu cerebro será el que imponga el límite a tus actos y tus sueños, tus miedos, tus valores… Si crees que puedes, ¡lo harás!
Yo os recomiendo a todos que abráis vuestras alas y echéis a volar. No os conforméis con picotear los granos de maíz que os arrojan a los pies, porque valéis para algo más que eso.
Si tenéis un sueño, luchad por él!
Acertijo: Hay seis ranas encima de una piedra situada en el medio de un estanque. Una de ellas decide tirarse al agua. ¿Cuántas quedan en la piedra?
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Seis, porque decidir no es hacer...

Por Borja Seijo

 
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